30 oct 2015

::EL HERMANO GEMELO DE MARK TWAIN

“El arte de vivir consiste en que hasta los sepultureros lamenten tu muerte” esto dijo Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain.




No sabemos si la autobiografía de Mark Twain la escribió él porque tampoco sabemos a ciencia cierta si él es Mark Twain, según se deduce de la anécdota que contaba un día tras otro —y yo ando por el mismo camino— Philip K. Dick. 
Es la historia de Twain y su mellizo, Bill.
De niños se parecían tanto que para distinguirlos les ataban cintas de colores en las muñecas de las manitas. Un día que los dejaron solos en la bañera, uno se ahogó y las cintas se habían desatado. “Nunca se supo quién de los dos había muerto, si Bill o yo”, dijo el escritor.

La historia es muy singular y escalofriante. Trata sobre la verdadera identidad de si somos o no nosotros mismos. Pero seguramente Twain contaba esa historia porque estaba harto de explicar a todo el mundo el por qué había elegido “Mark Twain” como seudónimo y como Twain es la pronunciación de gemelo, twin, se aprovechó de la coincidencia para inventar esa original historia. Al parecer la verdadera historia, es que Mark Twain es una expresión del Missisipi que significa dos brazas de profundidad, el calado mínimo para navegar. 
 Viniendo de un  gran escritor este humor negro realza desde luego el mito.

20 oct 2015

::CHANTAL MAILLARD EN BIDEBARRIETA OCTUBRE 2015::

CHANTAL MAILLARD- MATAR A PLATON EN CONCIERTO
Dentro de las jornadas de BilbaoPoesía hoy día 20 de Octubre viene la Belga Chantal Maillard.


Martes 20 de octubre
Recital poético-musical “Matar a Platón en concierto”
Chantal Maillard. Poeta (Bruselas, 1951)
Música: Chefa Alonso (Viento y Percusión) y Jorge Frías (Contrabajo)
19:30

Aqui alguno de sus poemas...

Espejos

Duelen tantas cosas,
¡tantas!
Aquellas, por ejemplo, embadurnadas de azafrán,
que aprisionan espejos hastiados
de contornos y angustiosa ambigüedad.

Mirad cómo en ellos se alarga
el intangible volumen de la inexistencia,
mirad cómo se encogen los ecos
y se abalanzan, formando punteados
y guturales reflejos de la imagen;

mirad cómo el castigo
no se refleja, no se exhibe,
pero muerde, apuñala
y se derrama en jirones de vida
siguiendo el hilo de las canas
y los silencios arrugados
en los muslos de los viejos.

Mirad de qué extraños colores
se disfrazan los cristales
al repartirse los despojos
de un mundo soñado.

Ah, quién pudiera contemplarse
en espejos desiertos
y ser tan sólo aquello
que sueñan las ondas
cuando atraviesan, rozan, hexagonean...
y se dispersan.


(de "Azul en Re Menor", 1982)


Deseé alguna vez que un poeta me amase...

Deseé alguna vez que un poeta me amase
Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.

(de "Semillas para un cuerpo", 1988)


Llevo acostada tanto tiempo

Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra...
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.

¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?


«¿Y donde está escondido tu tesoro, Hainuwele?»
me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de un tigre.

Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas sólo un hombre ciego
pudo hallar el camino que a él conduce.



Anduve por el dorso de tu mano, confiada...


Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.



Todos tienen algún objeto precioso que ofrecer...

Todos tienen algún objeto precioso que ofrecer:
un cuenco de agua negra en que mirarse,
la piel recién curtida de un leopardo,
un hijo o un potro amado por los vientos.
Pero yo nada tengo:
cuando quiero mostrar tu reflejo en mis manos
te pierdo, y otra noche infinita
comienza, pues al perderte ni siquiera yo
me pertenezco.



(de "Hainuwele", 1990)